Cuando jugar a videojuegos es más que jugar
En este texto tratamos un tema personal, una reflexión, que queríamos compartir con vosotros.
Sinceramente, no sé cómo empezar un artículo así. En otras ocasiones, me sale más natural, como cuando hago el resumen semanal de noticias con mi pana Fran. Pero hoy es distinto. Hoy vengo a compartir algo más personal. ¿Una reflexión? Tal vez. O quizá simplemente un desahogo, porque creo que es un buen momento para hablar de esto.
En fin, prefiero ir al grano, sin rodeos, como suelo hacer. He pasado por momentos complicados y a día de hoy me encuentro en un momento difícil. Hay situaciones que, por razones que no vienen al caso, me tienen sobrecargado, pero creo que compartir mi experiencia puede servirle a alguien.
Esto no va de lástima ni de victimismo. No. Va de algo que, en mis momentos más difíciles, me ha acompañado siempre: los videojuegos y mis amigos.
Ambas cosas han sido un refugio para mí. Pero esto es un Substack sobre videojuegos, así que vamos a ello: a cómo los videojuegos me han ayudado, me ayudan y, estoy seguro, me seguirán ayudando. Como evasión, sí, pero también como una forma de encontrar momentos de calma, de inspiración y de conexión.
Cuando los videojuegos se convierten en un refugio
Hay momentos en los que la vida pesa más de la cuenta. En los que el día a día se siente una cuesta arriba constante y necesitas encontrar algo que te ayude a seguir adelante. Para algunos, ese refugio está en la música, el cine o el deporte. Para mí, siempre han sido los videojuegos. Y dentro de ellos, hubo dos títulos que, sin buscarlo, se convirtieron en pilares en momentos clave de mi vida.
En 2012, Assassin’s Creed 2 llegó en un año gris por la perdida de un familiar y todo el dolor que eso conlleva, donde todo parecía detenido en un ambiente de duelo. Y en medio de todo eso, descubrí la historia de Ezio Auditore. Su viaje no era solo una historia de venganza, sino la de alguien que lo pierde todo y, pese al dolor, encuentra un propósito.
Ese juego me marcó de una manera que no esperaba: fue el primero que entendí como arte y no solo como entretenimiento. Fue el que me hizo interesarme por el medio, por las historias que se pueden contar a través de un mando. Y, sobre todo, fue el que me dio un espacio donde, aunque solo fuera por unas horas, podía perderme en un mundo que me fascinaba.
Años después, en 2018, Red Dead Redemption 2 llegó en otro momento clave. Para entonces, estaba remontando después de una de las peores depresiones de mi vida. No puedo decir que Arthur Morgan me "salvó", pero su historia me enamoró profundamente. Red Dead Redemption 2 es un juego sobre segundas oportunidades, sobre encontrar un propósito incluso cuando todo parece perdido.
Arthur no es un héroe perfecto; es un hombre con errores, con dudas, con un pasado que lo persigue. Y, sin embargo, en su viaje encuentra razones para cambiar, para hacer las cosas bien. Jugarlo en ese momento me atrapó como ningún otro juego lo había hecho antes. Me recordó que, por muy jodida que esté la situación, siempre hay algo a lo que aferrarse, siempre hay un motivo para seguir adelante.
No fueron los únicos juegos que, en distintos momentos, me sirvieron de refugio. The Last of Us (el bueno…) es uno de mis juegos favoritos de toda la vida por su historia y la conexión que hay entre Joel y Ellie. Dark Souls y Bloodborne me enseñaron, a su manera, que la perseverancia siempre tiene su recompensa. Elden Ring, con su inmenso mundo lleno de secretos y desafíos, fue una forma de perderme cuando lo necesitaba.
Fable 2 y Fable 3 me transportaban a un mundo de hadas con un humor un poco cabroncete, con muchísimo carisma y personalidad. Lo mismo con MediEvil y The Curse of Monkey Island, que fueron esos juegos que, con su humor y su estilo único, lograron sacarme una sonrisa cuando necesitaba.
Un espacio donde respirar
No estoy diciendo que los videojuegos sean la solución a todo. Pero sí pueden ser un refugio. Un lugar donde, aunque sea por unas horas, el ruido de la cabeza se apague y puedas sentir que formas parte de algo más grande. Quizás, tú que estás leyendo esto, estés pasando por un mal momento, y quizá no sean estos juegos, pero si hay algo que te haga sentir acompañado, que te dé un respiro y te ayude a seguir adelante, no lo subestimes. A veces, incluso un pequeño respiro puede marcar la diferencia.
Cuando todo parece ir cuesta arriba, siempre hay algo que te recuerda por qué seguir adelante. A veces es un amigo, un pequeño logro personal, una pasión… En mi caso, entre otras cosas, han sido los videojuegos. No son la solución a todo, claro (la ayuda profesional es importante, siempre), pero sí pueden ser ese espacio seguro, esa hoguera donde descansar, esa máquina de escribir donde reflexionar, ese campamento donde reír, emocionarte y desconectar un rato.
Pueden ser tu Melee Island, ese lugar donde refugiarte después de un día complicado, interpretando a un personaje que, por un momento, te hace olvidar las preocupaciones.
Sé que, para muchos, los videojuegos son solo un pasatiempo, una forma de matar el tiempo entre cosas "más importantes". Pero para mí, junto a mis amigos, han sido mucho más que eso. Han sido ese sitio donde, sin importar lo que pase fuera, todo lo que me pesa se queda en pausa durante un rato.
Tómate tu tiempo. Respira. Disfruta. Da igual la edad que tengas, nunca es tarde para encontrar lo que te hace bien. Dicen que nunca digas nunca… pero, a veces, decir nunca es lo que necesitas por tu salud mental y física. Y eso también es una realidad.
Por último, jugad. Disfrutad. Dejad atrás los prejuicios, la toxicidad, los insultos en internet. Nada de eso suma.
Un saludo.